Es 23 de diciembre de 1972. Plena Cordillera de los Andes. Frío, tormentas de nieve, aislamiento. Dos meses y medio después de haberse estrellado el avión 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, son rescatados Dieciséis sobrevivientes.
Se conoce este hecho como “La tragedia de los Andes”, aunque algunos, no sin razón, hablan del “Milagro de los Andes”.
El equipo uruguayo de rugby amateur Old Christians Club salió el 12 de octubre de 1972 desde Montevideo con destino a Santiago de Chile. Debía jugar ahí un partido contra el Old Boys Club, un equipo inglés.
Como había una fuerte tormenta sobre la cordillera de los Andes, el avión debió aterrizar en Mendoza, donde la delegación pasó una noche. Hacia las dos de la tarde del día siguiente las condiciones no habían mejorado mucho, pero el vuelo despegó.
El piloto del vuelo, Julio César Ferradas, tenía mucha experiencia y había cruzado 29 veces los Andes. Pero ese día giró demasiado pronto hacia el norte, y lo hizo a un rumbo de 014 grados, cuando debería haberlo hecho a 030 grados.
La parte trasera del avión se desprendió y el fuselaje quedó apoyado sobre un glaciar a 3570 metros sobre el nivel del mar, a unos 80 kilómetros al este de la ruta planificada.
Siete personas murieron al romperse la cola del avión, y otras cinco en el momento del impacto, incluido el piloto. De los 33 sobrevivientes iniciales, muchos tenían heridas graves y fracturas.
Tanto Chile como Argentina y Uruguay enviaron aviones de rescate y reconocimiento, pero no lograron encontrar la nave accidentada. Se dio por hecho que no había sobrevivientes.
Desde ese momento, los sobrevivientes acordaron que, en caso de morir, los demás podrían consumir sus cuerpos para seguir sin vida. Así se forjó uno de los puntos más polémicos y curiosos de esta historia: sin otra alternativa, sin comida y sin nadie que los buscara, debían comerse a sus compañeros muertos. Algunos lo hicieron y otros se negaron o no pudieron hacerlo.
Diecisiete días después del accidente, el 29 de octubre, una terrible avalancha de nieve golpeó el avión mientras los sobrevivientes dormían. Mató a ocho de ellos. El resto quedó encerrado en el fuselaje durante tres días.
La Fuerza Aérea de Chile aportó tres helicópteros para ayudar con el rescate. El 22 de diciembre de 1972, dos de los helicópteros dieron con el resto de los sobrevivientes. Solo pudieron llevar a la mitad de ellos, y el resto fue trasladado al día siguiente. La pesadilla había terminado. ¿Había terminado?
Comentarios