El suboficial principal (RE) Ramón Barrionuevo llegó por primera vez a Río Grande, ciudad donde vive parte de su familia, y fue recibido en el Museo Municipal “Virginia Choquintel”. Allí, frente a la maqueta del ARA General Belgrano, revivió uno de los momentos más estremecedores de su vida: los últimos minutos a bordo del crucero junto al comandante Héctor Bonzo, el 2 de mayo de 1982.
En una entrevista con FM Fuego, Barrionuevo expresó su profunda emoción por poder compartir su testimonio en un espacio que mantiene viva la memoria de Malvinas. “Para mí es un honor poder dialogar con ustedes, llevarles mi conocimiento con respecto a la gesta de Malvinas. Hubiese querido que no hubiera sucedido eso, que se haya solucionado por otros medios, para evitar tanto derrame de sangre y gente linda que tuvo la mala suerte de quedar allá”, manifestó, visiblemente emocionado.
Durante el recorrido, se detuvo frente a la réplica del crucero y relató cómo vivió el ataque británico que marcó su historia. Recordó que al momento de tomar su guardia en la sala de control de artillería, escuchó los primeros impactos de torpedos. “Estaba con un compañero, Juan Córdoba, que me dijo que no había novedades. Atrás de eso, escuché los impactos. El primero cortó la energía eléctrica. El segundo, directamente partió la proa del barco”.
Al escuchar la orden de abandono del buque, comenzó a cumplir consignas de seguridad antes de salir a cubierta. “Tenía que destruir ciertos elementos vitales para que no cayeran en manos del enemigo. Cuando salgo, veo al comandante tratando de arrojar una balsa al agua. No podía solo. Después lo veo dirigirse al cuarto del pabellón de guerra y pensé que quería irse a pique con el barco”, relató.
Barrionuevo contó que fue entonces cuando tomó la decisión de intervenir, “Le pegué un grito. Le dije ‘¡vamos, señor comandante!’. Creo que esa fue la voz que lo hizo reaccionar. Me preguntó por qué no me había ido. Le expliqué y me pidió que lo acompañara a evacuar a los heridos. Así lo hicimos. Entre cinco a diez hombres, armamos una soga con sábanas y cubrecamas, y llevamos al agua a varios heridos que no podían moverse por sus propios medios”.
En ese dramático rescate, un fotógrafo capturó una imagen que hoy inmortaliza el momento. “No sabíamos que nos habían sacado esa foto. Después el buque hizo un movimiento brusco, nos persinamos y el comandante me ordenó tirarme al agua. Subí a una balsa y lo vi subir después a otra. Ahí, desde la balsa, dijo: ‘¡Viva la Patria, viva el Belgrano!’”, recordó con voz firme.
El hundimiento del ARA General Belgrano dejó un saldo de 323 muertos, y fue la mayor tragedia naval argentina durante la Guerra de Malvinas. Barrionuevo y Bonzo fueron los últimos en abandonar el buque.
En el cierre de la entrevista, el suboficial reconoció que, a pesar del paso del tiempo, las emociones siguen a flor de piel, “Me siento muy feliz. Nunca había tenido una nota como esta. Más allá de los años, uno va perdiendo muchas cosas, pero estar hoy acá, con mi familia, recorriendo este museo, es muy especial para mí”.
La historia de Barrionuevo es parte viva de la memoria colectiva de Malvinas, y su paso por Río Grande deja un testimonio invaluable sobre el coraje, la lealtad y el honor en los momentos más difíciles.
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