Como si se hubiera vaticinado a una pandemia mundial, la Organización Mundial de la Salud proclamó al 2020 como el “Año Internacional de la Enfermería”. Su celebración a nivel global fue el 12 de mayo, al cumplirse el bicentenario del nacimiento de la fundadora de la enfermería moderna, Florence Nightingale. Pero en Argentina lo festejamos el 21 de noviembre, al conmemorar la fundación de la Federación de Asociaciones de Profesionales Católicas de Enfermería en 1935.
De las guerras a la universidad
Al igual que otras disciplinas del campo de la salud, la formación en enfermería surgió fuera del espacio universitario. En sus comienzos, tenía un carácter más bien benéfico y empírico, relacionado con la necesidad de contar con su aporte frente a guerras, plagas y catástrofes. Sin embargo, en la década del ‘40 se inició en América Latina un proceso de industrialización que demandó la atención médica para proteger la mano de obra, lo que llevó a su profesionalización.
En nuestro país, las primeras universidades en incluirla fueron la Universidad Nacional del Litoral, que en 1939 creó la Escuela de Nurses y la Universidad Nacional de Tucumán, que en 1952 abrió la Escuela de Enfermería.
Un dato a destacar es que cerca del 80% de los estudiantes son mujeres, algo que es histórico en la enfermería, que inició como un trabajo muy ligado a los cuidados. Sin embargo, su profesionalización no pudo revertir esta tendencia, ya que en los últimos años la matrícula femenina en nuestro país se mantuvo estable en ese porcentaje (por ej, en las estadísticas universitarias de 2018, las mujeres representan el 79,5% del total de estudiantes de esa carrera).
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