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cultura

Día Nacional del Escultor y las Artes Plásticas

Lola Mora, la artista adelantada que esculpió la grieta antes de la grieta. Su legado mas significativo fue la introducción de un movimiento feminista axiomático e irrebatible que, en realidad, fue mas bien su forma natural y solitaria de promover la igualdad de oportunidades y derechos de las mujeres.

Por el natalicio de Dolores Candelaria Mora Vega de Hernández (más conocida como Lola Mora) es que cada 17 de noviembre desde hace 23 años se celebra con tardía justicia el Día Nacional del Escultor y las Artes Plásticas.

Venerada y discutida, fue la primera escultora argentina y latinoamericana reconocida internacionalmente por sus obras monumentales de los últimos años del siglo XIX y comienzos del siglo.

Al margen de su obra exquisita, el legado mas significativo de la escultora de la Patria fue la introducción de un movimiento feminista axiomático e irrebatible que, en realidad, no fue un movimiento ni fue feminismo; fue mas bien su forma natural y solitaria de promover la igualdad de oportunidades y derechos de las mujeres.

Nadie hablaba de paridad de género cuando Lola Mora nació. Sin embargo, con sus herramientas se construyó a sí misma y marcó un camino para sus congéneres, apelando a una empeñosa rebeldía en tiempos de sumisión y sometimiento.

Pensemos que si ser artista era poco honorable para un hombre, cuánto mas indecoroso podía verse que una mujer, maza en mano, anduviera trepada con poses poco femeninas sobre bloques gigantes de mármol de Carrara.

Para comprender la magnitud de la “devaluación” que han sufrido los artistas, basta repasar una vieja leyenda que cuenta que Prilidiano Paz Pueyrredón -hijo del político y militar Juan Martín de Pueyrredón- firmaba sus cuadros con las "P" correspondientes a sus iniciales más alguna que otra “P” extra. Sin embargo, hay quienes sostienen que la repetición de letras no refiere a su nombre sino a una broma que él solía hacer calificándose a sí mismo como un “Pobre Pintor que Pinta por Pocos Pesos”.

Pero volvamos a Lola. A pesar de ejercer una actividad considerada “impropia” para una mujer, supo hacerse un lugar entre los hombres poderosos que le permitieron exhibir su talento, por ejemplo, en las estatuas de “La Justicia”, “El Progreso”, “La Paz” y “La Libertad” en las adyacencias de la Casa de Gobierno de la Ciudad de Jujuy; en la estatua “De la Libertad” en Plaza Independencia en San Miguel de Tucumán; en el grupo escultórico del Monumento Nacional a la Bandera Argentina en la Ciudad de Rosario; en la estatua del General Carlos María de Alvear en la ciudad de Corrientes, y hasta en el Cementerio de la Recoleta compitiendo con lo mejor del arte funerario mundial.

Lamentablemente, Lola también talló sin querer un antagonismo tan profundo que la arrastró primero a la desaprobación y después al olvido.

Si bien la sociedad de entonces pudo aceptar sus pantalones, su vestir andrógino y las impúdicas figuras semidesnudas que esculpía, la política no le perdonó que alguna vez hubiera sido la niña mimada de los gobiernos conservadores.

La castigaron reubicando su obra insigne -La Fuente Monumental de Las Nereidas- frente a lo que era el Balneario Sur; hoy Costanera Sur. Luego le cancelaron proyectos y, hasta la llamaron “marmolera”.

Fue pionera en todo. Primero supo cómo abrir la puerta para ir a jugar en un mundo reservado para hombres. Después, cinceló una grieta, antes de la grieta.

La escultora de bombachas de gaucho y boina vasca murió sin dinero y en soledad. Hoy tiene su día; un homenaje a destiempo que peca, por lo menos, de insuficiente.

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