Cuando hablamos de depresión, estamos haciendo referencia a un cuadro psicopatológico que se caracteriza por un estado de ánimo deprimido que hace que quien lo padezca tenga poca energía, falta de concentración, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa e incluso baja autoestima. Las razones que conllevan a dicho cuadro pueden ir desde una vulnerabilidad biológica, a eventos vitales estresantes que pueden ser predisponentes en su etiología.
Para poder diagnosticar la depresión, siempre debe hacerlo un profesional de la salud mental ya que es quien se encuentra habilitado y con los conocimientos y experiencia suficiente para realizar una evaluación de los signos y síntomas que se presentan en la persona. El arribo diagnóstico puede incluir entrevistas clínicas, observación, utilización de escalas y cuestionarios, la propia expresión subjetiva de la persona, entre otros.
Algunos criterios a pesquisar que se establecen son: un estado de ánimo depresivo la mayor parte del día; disminución del interés en todas o casi todas las actividades; presencia de alteraciones de sueño ya sea insomnio o hipersomnia; cansancio, la fatiga o la pérdida de energía; presencia de pensamientos recurrentes de muerte, entre otros.
Lo que no debe hacerse nunca frente a alguien que presenta síntomas es naturalizarlo. Suele hacerse mucho con los adolescentes que los padres mencionan “se la pasa durmiendo como todos los de su edad”, cuando quizás estamos frente a algo menester de atención. Tampoco es correcto aconsejar con frases invalidantes como “estás mal porque querés”, cuando poder salir adelante de la depresión y lograr una reducción sintomática requiere de múltiples intervenciones como ser un espacio psicoterapéutico, un plan farmacológico, a veces es necesario incluir acompañamiento terapéutico y hasta trabajar con psicoeducación familiar.
Es importante saber que más allá de una vulnerabilidad orgánica, la depresión también puede ocurrir si no tiene antecedentes familiares del cuadro, ya que existen ciertas incidencias y factores de riesgo que pueden influir en la etiología del trastorno. Algunos factores de riesgo a considerar son:
- El sexo y la edad, ya que es más prevalente en mujeres y en personas en un rango etario de entre 18 y 40 años.
- Los factores sociales, como el aislamiento social, dificultades económicas o estar en situación de desempleo.
- La presencia de eventos vitales estresantes, como puede ser la muerte de alguien cercano, una ruptura amorosa o divorcio, etc.
- El consumo de alcohol o drogas.
- Enfermedades médicas como tiroides hipoactiva, los tratamientos prolongados, migraña, las enfermedades cardíacas, la diabetes, entre otras.
Hoy más que nunca debemos visibilizar la importancia de cuidar la salud mental de la población ya que la situación mundial por la pandemia ha llevado a un mayor reporte de consultas por ansiedad y depresión. El miedo, la frustración y la tristeza han sido emociones que probablemente todas las personas han sentido, sin embargo los casos diagnosticados de trastornos depresivos se han ido incrementando por todos los cambios que este contexto conlleva. Así como el último tiempo el foco se ha puesto en cuidar la salud física para no contraer COVID, a dos años de esta pandemia, priorizar el cuidado de la salud mental tiene que ser prioridad de cada sector social para prevenir cuadros como la depresión que hoy en este día de lucha invitamos a tomar conciencia.
Psicóloga clínica y Psicoterapeuta Cognitivo Conductual (M.N. 65.390). Directora de SEPSIAT. IG: @melisamirabet