Por inquietante que sea, la lesión de Giovani Lo Celso y su eventual ausencia en Qatar está lejos de justificar reacciones en clave de apocalipsis que desencadenarían inevitables desdichas para la selección argentina.
En primer lugar, está por verse si la afección que padece el mediocampista del Villarreal es, en rigor, de una gravedad sin retorno. Al respecto habrá mayores precisiones este lunes.
Pero aunque así fuera, aunque Lo Celso pasara a engrosar la creciente lista de grandes futbolistas cuyas lesiones los marginarán del Mundial, la consabida solidaridad con el propio futbolista y el dolor de cabeza para Lionel Scaloni no deberían suponer la estación terminal de nada.
O en todo caso, con el debido respeto, sería mayor fuente de desánimo para Lo Celso que para la Selección propiamente dicha.
No se trata, desde luego, de la ingratitud de bajar el precio de la entidad del zurdo rosarino, cuya evolución ha sido meteórica, palpable, significativa, sea con la camiseta primero del Tottenham Hotspur y luego del Villarreal; sea, en mayor grado aún, con la Albiceleste.
Lo Celso transitó con altas notas el pasaje del jugador igual de hábil que víctima del síndrome de la corriente alterna al mediocampista dinámico, cerebral, perspicaz y ejecutor de decisiones de mayor calidad y cada vez más frecuentes a lo largo de los 90 minutos.
Ni qué decir su evidente mutación en el interlocutor más cooperador y sagaz que ha dispuesto Lionel Messi en mucho, pero muchísimo tiempo en la Selección.
De hecho, advertido de los problemas que podría causar la ausencia de Lo Celso en el Mundial, sin esquivar la consideración adecuada el mismísimo entrenador Lionel Scaloni no hesitó en admitir que carece en el plantel de otro futbolísticas de esas características.
Postulantes a sustituir a Lo Celso, hay varios: similares, ninguno.
La pegada de Alexis MacAllister, la cerebración de Exequiel Palacios, la dinámica de Enzo Fernández, la pimienta de Papu Gómez, en fin.
Ahora vayamos a la parte más antipática del asunto, pero también la más inevitable.
Sellada la certeza de lo sensible que sería la ausencia de Lo Celso, como socio de Messi y como engranaje clave en el funcionamiento de la Selección, tampoco parece sensato, ni de lejos, deducir que el destino de la Argentina en el Mundial esté ligado a lo que haga o deje de hacer Lo Celso.
Para que sea dicho de una vez: la Selección dispone de dos, de solamente dos jugadores irremplazables: uno, va de suyo, es Lionel Messi. Y el otro es el equivalente a media defensa: Cuti Romero.
Un tercero podría ser, y habría que analizar la hipótesis en detalle, es Lautaro Martínez.
Todos los demás, absolutamente todos los demás, son piezas intercambiables.
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