El 11 de junio de 1982 se produjo en Malvinas la batalla por Monte Longdon, donde los británicos atacaron a las fuerzas que apostadas allí en un combate durísimo que es recordado como uno de los episodios que marcó el final de la guerra y que al mismo tiempo probó la resistencia de las tropas que defendían la soberanía argentina.
En la cresta noroeste del monte isleño se había emplazado la Compañía "B" del Regimiento de Infantería 7, a cargo del subteniente Juan Domingo Baldini, reforzada con la Primera Sección de la Compañía de Ingenieros 10 y una sección de ametralladoras de la Infantería de Marina. La orden era defender Puerto Argentino.
Allí se encontraba el soldado conscripto Carlos Amato, quien operaba el radar para detectar la llegada de los británicos: "Veíamos a los ingleses con prismáticos, del Monte Logndon al Monte Kent", recordó sobre el inicio de la batalla de la que este sábado se cumplieron 40 años.
Ya el 8 de junio los argentinos habían detectado la aproximación de fuerzas de infantería inglesas, a las que atacaron con morteros y artillería. En los siguientes tres días se desató un infierno sobre Monte Longdon, que se vio constantemente bombardeado por aviones ingleses que sobrevolaban el área.
"El día 10 de junio Baldini, nos juntó y nos dijo que el ataque era inminente", revivió Amato. A las 20:30 horas del 11 de junio, se intensificó el fuego de artillería enemigo y se cortaron los tendidos telefónicos.
Amato se encontraba junto con su compañero en primera línea, por lo cual fue el primero en caer frente a la infantería inglesa a las 23 horas. "A la noche nos atacaron, según números británicos, 750 personas. Nos pasaron por arriba, claramente", describió Amato.
Por este motivo, el veterano de guerra recordó que lo único que atinó a hacer fue "ponerse el casco" y aseguró que en ese momento "perdió la fe".
"Ellos, cuando cortan el bombardeo, entran a romper todo, rápidamente se replegaron los demás, pero nosotros no lo hicimos porque estábamos al frente de todo".
Sobre la medianoche, el jefe del subsector ordenó al equipo de Ingenieros lanzar un ataque donde estaba cercada la Primera Sección de Baldini, con el fin de recuperar posiciones o facilitar el repliegue de esos efectivos. Los ingenieros se enfrentaron a los británicos, pero la fuerza de este ataque terminó deteniéndose, pues nuevas tropas inglesas presionaban sobre los flancos.
El contraataque
En estas circunstancias se solicitó al Jefe del Regimiento 7 el envío de efectivos para emprender un nuevo contraataque sobre el enemigo. Con las primeras horas del 12 de junio llegó a Monte Longdon la Primera Sección de la Compañía C del Regimiento 7, al mando del teniente Raúl Castañeda.
"Estábamos aproximadamente a 2 kilómetros del Monte y vimos que se producía un combate muy violento. Se veían fuego bengalas, explosiones, gritos, y era impresionante", rememoró el ahora coronel retirado Raúl Castañeda.
Castañeda junto a sus hombres marcharon hacia el frente del conflicto para reforzar la defensa argentina y llegaron al pie del Monte Longdon, donde aún había tropas argentinas resistiendo.
"Era como la 1 de la mañana, entre el ruido, la neblina, el polvo y el humo, no se veía casi nada. Un suboficial vino hasta donde estaba y me pegó un abrazo porque no podía creer que una sección se estaba acercando para apoyarlo en el combate", reconstruyó.
Allí se le ordenó al entonces teniente Castañeda realizar un contrataque para envolver a los británicos que asediaban a la Sección de Ingenieros y lo que quedaba de la Primera Sección del subteniente Baldini.
"Fuimos entrando de a uno en esos callejones bien pegados en las piedras. Avanzamos muy lentamente, porque pasaban los tiros de la ametralladora muy cerquita y se veía la iluminación de los proyectiles", contó Castañeda.
Para el veterano Gustavo Luzardo, que fue soldado conscripto en la Compañía C, el ascenso fue "un infierno de balas" y recordó que pensó "yo no paso ni loco por ahí", pero pasó. Una ametralladora inglesa impedía el avance hacia la cima y es allí cuando el cabo Manuel Medina intenta disparar con un cañón de 90 milímetros hacia los británicos.
"(Medina) se paró y justo cuando estaba por disparar un tiro inglés le pega en la mano. Él se agacha y se cubre rápidamente con un pañuelo, después me enteré que le había quedado colgando un dedo y le había pegado en otro, estaba muy herido y aún así se venda y decide continuar", relató Castañeda sobre la acción de su camarada de armas. Por esta acción Medina fue condecorado con tres medallas al valor.
Gracias al disparo de cañón de 90 milímetros pudieron completar el avance y finalmente enfrentarse con los ingleses que habían tomado la cumbre del monte.
"No me preguntes si sentí dolor, imagino que sí. Pero si no hubiera puesto fuera de combate esa ametralladora se habría cobrado más bajas nuestras. Lo logré hacer porque sabía la clase de compañeros que tenía al lado y eso te da fuerzas para seguir", dijo el propio Medina.
Castañeda explicó que al llegar al lugar sólo quedaban un soldado y un oficial de la Infantería de Marina más un suboficial de su Regimiento, que seguían combatiendo a los ingleses que avanzaban. "Los que estaban adelante estaban todos heridos, tomados prisioneros o muertos", detalló.
Castañeda y su sección tuvieron que arrastrarse para no ser detectados por el enemigo: "Durante ese arrastre encontramos de todo; humo, fuego, cajones de municiones, mantas y por supuesto, muertos, tanto nuestros como ingleses".
"A un soldado herido le hicimos un torniquete y yo pensé, con ingenuidad, que iban a venir médicos y enfermeros a atenderlo. No vinieron, no porque no quisieran venir, sino porque no podían llegar", señaló Luzardo.
La Compañía C llegó a 50 metros de la cima de Monte Longdon y se enfrentaron con los ingleses que bajaban por la pendiente. "Nos chocamos con ellos, fue muy de cerca el enfrentamiento, hubo bajas de los dos lados. Ahí murieron compañeros míos, uno de ellos había ido a mi misma escuela", dijo Luzardo.
Para el coronel, los británicos habían considerado que todas las tropas argentinas se habían replegado. "Pero no, estaba toda mi sección ahí en línea, esperándolos, y venían hacia nosotros".
"Estábamos tan cerca que me acuerdo que nosotros los insultábamos a ellos en castellano, y ellos a nosotros en inglés". Ya para las 5 de la mañana del día 12, la Compañía C no tenía más municiones y no había tropas de refuerzo en camino.
Castañeda recordó haber visto a dos soldados suyos colocándose el sable bayoneta, negándose a claudicar, dispuestos a luchar cuerpo a cuerpo cuando las municiones se acabaran.
Para ese momento, los argentinos tenían muchos heridos y bajas y eran atacados del norte, noroeste, oeste y suroeste.
"Mi compañero de pozo, Falcón, en un momento sale al descubierto y empezó a tirar, y le decíamos que se cubra y no nos dio bolilla y muere después de tirar dos cargadores, en un acto de arrojo", contó Luzardo.
La retirada
"La retirada fue muy triste, al ver tantas muertes no nos queríamos ir. Todos dijeron de seguir, no hubo una sola persona que dijo que no y teníamos 18 años", sostuvo Luzardo.
Finalmente, los argentinos se retiraron y llegaron al pie del Monte Longdon, seguidos de cerca por los británicos. De los 300 efectivos empeñados en este combate sólo 90 de ellos pudieron replegarse a la capital malvinera.
"Ese combate fue una locura por la cantidad de disparos y explosiones, las ráfagas de ametralladoras, las balas trazantes, las bombas, los morteros, las bengalas y los cohetes. Tener gente que avance bajo ese tipo de condiciones es algo que se escribe con mayúscula", valoró Medina sobre la actuación de las tropas argentinas en la batalla más cruenta de la guerra.
Y remarcó que para los veteranos Monte Longdon es "un recuerdo permanente".
"Para mí el 11 de junio es como un segundo cumpleaños, volví a nacer", graficó el conscripto Amato, que luego de ser prisionero de los ingleses regresó al territorio continental argentino en el buque Canberra.
"El subteniente (Baldini) falleció, lo sepultamos en una fosa común que cavamos por órdenes inglesas", recordó sobre el oficial que estaba al mando. Baldini tenía 24 años.
En tren de confesiones, Medina confió que este 2022, al cumplirse cuatro décadas del conflicto, le "cambió" la forma de ver la guerra y lamentó que tuvieran que "pasar 40 años" para que esto sucediese.
Una sensación parecida atravesó este año al ex soldado conscripto Luzardo: "Hay una mezcla de sentimientos, muchos de mis compañeros murieron combatiendo, es una sensación de dualidad. Por un lado me da mucha pena, y por otro lado digo '¿qué gente de primera, ¿no?'", comentó sin decir mucho más.
Al preguntarle a Medina sobre sus tres condecoraciones, el veterano replicó que tendrían que haber recibido medallas "todos los que pelearon, todos los olvidados".
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