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La muerte de Mariano Moreno fue el primer crimen político impune del país

El Secretario de la Primera Junta murió en 1811 envenenado en alta mar, mientras viajaba a Londres. Todos conocían su posición enfrentada con Cornelio Saavedra y el crimen mereció una causa judicial que, hasta hoy, nunca tuvo sentencia.

Mariano Moreno murió un 4 de marzo de 1811 en alta mar. Su muerte estuvo rodeada de advertencias, intrigas y traiciones.

Mientras vivió se ganó la fama de ser uno de los abogados más filosos e influyentes de la generación de mayo, una virtud que terminaría siendo su condena.

Para algunos historiadores, Mariano Moreno fue un líder noble; para otros, un político “proanglicista”. Hay quienes ensalzaron su perfil democrático, mientras otros vieron en él un demagogo jacobino y anticlerical. Porteño auténtico, había nacido en Buenos Aires el 23 de septiembre de 1778 y tenía la misma edad que el Gral José de San Martín.

Como político, fue uno de los principales promotores de la Revolución de Mayo, ímpetu que le valió la designación de Secretario de Guerra y Gobierno de la Primera Junta.

Como abogado defendió el derecho de los aborígenes y tradujo de puño y letra la obra Contrato social de Jean Jacques Rousseau. Y como periodista, el fundador de La Gazeta de Buenos Aires (1810), imprecisamente considerado el “primer periódico argentino”.

Liberal, Mariano Moreno estuvo a favor del restablecimiento de la libertad de comercio en las tierras del Río de la Plata.

Extremista, fue el más radical a la hora de cortar el cordón umbilical con España y se opuso a que el virreinato del Río de la Plata se transformara en una monarquía independiente encabezada por la princesa Carlota Joaquina, hermana del rey Fernando VII.

Temperamental, se alejó de la Junta de gobierno y se embarcó rumbo a Londres, para inaugurar su puesto de diplomático en Gran Bretaña. Nunca llegaría. Inesperadamente, murió en alta mar. Su cuerpo fue envuelto en una bandera inglesa y tirado al mar por la borda de la fragata Fame. Fue encontrado a 120 kilómetros de la costa “brasileña” del actual estado de Santa Catarina. Tenía 32 años y mucha batalla por delante.

Mariano Moreno en 1810

Unir ambos nombres suena hoy a intersección de calles, pero en su época sonaba a juntar pólvora con dinamita.

Ambos representaban dos posturas antitéticas en las internas de la Primera Junta de Gobierno.

Mariano Moreno quería cambios profundos en la sociedad rioplatense. Cornelio Saavedra, en cambio, trabajaba para la continuidad del régimen virreinal y sólo planeaba la llegada de los criollos al poder.

A fines de 1810, llegaron a Buenos Aires los diputados de las ciudades del interior, convocados por la circular del 27 de mayo de ese mismo año. Se reunirían en un Congreso, pero desde Córdoba, el deán Gregorio Funes dijo que, de hecho, una Junta porteña gobernaba todo el país y que los enviados del interior debían sumarse a la Junta ya constituida.

A Mariano Moreno, que tenía derecho de veto en el nuevo organismo de gobierno, la idea no le cayó bien, y argumentó que un cuerpo de gobierno “tan grande” sería “inoperante”.

Inmediatamente, Cornelio Saavedra, que era el Presidente de la Primera Junta, se unió a los diputados del interior para frenar la influencia de Moreno: el 18 de diciembre ordenó someter a votación la incorporación -o no- de los diputados a la Junta ya constituida.

El resultado fue positivo y con la suma de los enviados del interior, se constituyó la Junta Grande, ya federal.

Mariano Moreno, temperamental y sintiéndose derrotado en su posición, presentó su renuncia, pero fue rechazada por la Junta Grande. Entonces solicitó viajar en comisión a Gran Bretaña para buscar apoyo a su postura independentista. Le dijeron que sí, pero que sumara a su viaje una parada en la corte portuguesa de Río de Janeiro, pero no les hizo caso y se embarcó directo hacia Europa.

Como se sintió mal durante el viaje, el capitán del barco, Walter Bathurst le dio 40 gramos de una preparación de antimonio y tartarato de potasa, un vomitivo habitual por entonces, pero no en una concentración tan elevada.

Moreno viajaba con su hermano Manuel y Tomás Guido; ambos eran sus secretarios y dijeron que creían que el capitán lo había envenenado, confabulado con Saavedra.

Su hermano Manuel dijo que el revolucionario tenía un mal presentimiento: “Algo funesto se anuncia en este viaje…”. Y luego lo convirtió en una víctima de estado: “El doctor Moreno vio venir su muerte con la serenidad de Sócrates”.

Cornelio Saavedra, el sospechoso

Quince días después de la partida de Mariano Moreno, mientras el ex secretario de la Junta viajaba por el Atlántico, Cornelio Saavedra y el deán Funes contrataron a David Curtis Deforest para que viajara a Londres, casi con la misma misión que le habían encomendado a Moreno y para comprar armas para el ejército nacional.

En el artículo 5° del documento se establecía que “para poner en ejecución el convenio deberá Mr. Curtis ponerse antes de acuerdo con el enviado de esta Junta a la Corte de Londres, señor doctor Mariano Moreno, cuya aprobación será requisito necesario para que los comprometimientos de Mr. Curtis obtengan los de esta Junta”.

Al mismo tiempo, el artículo 6° de ese contrato decía que los pagos realizados en Londres debían ser certificados por el doctor Moreno. Sin embargo, el más sospechoso es el artículo 11 de ese contrato porque abría la posibilidad de que Mariano Moreno le podría “pasar algo”:

“Si el señor doctor don Mariano Moreno hubiere fallecido, o por algún accidente imprevisto no se hallare en Inglaterra, deberá entenderse Mr. Curtís con don Aniceto Padilla en los mismos términos que lo habría hecho el doctor Moreno”.

Mariano Moreno, el final

Su hermano relató así el final de Mariano Moreno: “Con visos de mucha agitación, acostado sobre el piso solo de la cámara, se esforzó en hacernos una exhortación admirable de nuestros deberes en el país en que íbamos a entrar, y nos dio instrucciones del modo que debíamos cumplir los encargos de la comisión, en su falta. Pidió perdón a sus amigos y enemigos de todas sus faltas; llamó al capitán y le recomendó nuestras personas; a mí en particular me recomendó, con el más vivo encarecimiento, el cuidado de su esposa inocente –con este dictado la llamó muchas veces. El último concepto que pudo producir, fueron las siguientes palabras: ‘¡Viva mi patria aunque yo perezca!’"

La causa judicial de su muerte

El crimen de Moreno mereció el inició de una causa judicial. En ella constaba que Pedro Jiménez, oficial de la secretaría de Guerra que dirigía Moreno, había declarado que le había dicho a Moreno que se refugiara en algún lugar seguro porque “corrían voces de que se lo quería asesinar”.

En la investigación también declaró el médico Juan Madera, cirujano en las batallas por la independencia y quien elaboró una vacuna antivariólica en el país a partir de vacas enfermas que encontró en Barracas. El dirigía entonces la Escuela de Medicina y Cirugía.

“Estando en Oruro por el mes de marzo de 1811, le oyó exclamar al Padre Azcurra dando gracias a Dios por la separación del doctor Moreno y como asegurando su muerte en los términos siguientes: ‘ya está embarcado y va a morir’ ”, declaró el Dr. Juan Madera.

Las últimas palabras de la investigación son: “está firmemente persuadido el que declara [Dr. Juan Madera]que el doctor Moreno fue muerto de intento por disposición de sus enemigos”.

A poco de zarpar hacia Londres, la esposa de Moreno, Guadalupe Cuenca, recibió una inexplicable encomienda anónima con un abanico negro, un velo de luto y un par de guantes negros, acompañados de una nota: «Estimada señora como sé que va a ser viuda, me tomo la confianza de remitir estos artículos que pronto corresponderán a su estado».

La viuda pidió al Triunvirato que le entregaran un “resarcimiento” por los servicios que su difunto esposo había prestado a la patria. El organismo, entonces, acordó darle una pensión de 30 pesos, mientras cada uno de sus integrantes cobraba un sueldo de 800 pesos.

Mariano Moreno

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