La victima, denunció la violación y el caso llegó a la Justicia federal marplatense, con un expediente por abuso con acceso carnal a cargo del juez Santiago Inchausti y la fiscal Laura Mazzaferri. El juez procesó a Vizcarra con prisión preventiva y ordenó su detención. El caso fue elevado a juicio, que comenzó ayer en el Tribunal Oral Federal de la ciudad costera.
Según fuentes informaron, tanto para la fiscal del caso, como para el juez, está probado que el sargento abusó de T. Para ello, se basaron no solo en el brutal relato de la joven sino en que el imputado jamás declaró. Nunca supo explicar la situación ni la negó. Simplemente no dijo nada.
Asimismo. el magistrado dijo , el relato brindado por la víctima "es coherente y circunstanciado" y además es "verosímil". "También debe destacarse que no se exhiben motivos que lleven a dudar de su veracidad ni se advierten razones de interés, odio o animadversión contra el encausado Vizcarra.
Sin perjuicio de todo lo expuesto, también debe señalarse que en el caso existen otras constancias que le adunan al relato de la víctima mayor credibilidad y valor probatorio", agregó.
No fue lo único que tuvo en cuenta el juez para procesarlo con prisión preventiva: también destacó lo violento que fue con su víctima para someterla e hizo énfasis en que se aprovechó de su posición jerárquica para lograr su objetivo.
El hecho
El 6 de octubre de 2017, T., de 20 años, cumplía funciones como soldado voluntaria en la sede del Grupo de Artillería Antiaéreo (GADA) 601 en Mar del Plata. El 5 de octubre de aquel año, poco después de las 14, la joven se presentó en la Batería Comando para reportar que su turno finalizaba, algo que hacía todos los días, pero esa tarde algo cambiaría para siempre.
Antes de salir para su casa, se encontró con Franco Sebastián Vizcarra, un oficial superior con rango de sargento primero, nacido en la provincia de Tucumán, 19 años mayor que ella, que la invitó a tomar unos mates en una habitación. T. aceptó sin mayores problemas. De hecho, una semana atrás habían compartido mates en el dormitorio de un cabo, junto a otra auxiliar. No había nada que la hiciera sospechar, salvo que esta vez iban a estar solo ellos dos.
Pasó al menos media hora de charla, cuando de repente el celular de la joven sonó. Del otro lado estaba su amiga Micaela, quien se comunicó para saber dónde estaba, ya que habían acordado encontrarse ese día en el centro de la ciudad. T. decidió interrumpir el encuentro con Vizcarra y le avisó que debía irse. Pero, al parecer, el sargento tenía otros planes.
Primero, le pidió a la soldado que no se fuera, después tomó su teléfono y lo apagó. La tensión iba en aumento. Fue entonces que sin mediar ningún tipo de palabra, el hombre le tocó la pierna, le insistió en que se sentara en la cama y al ver que T. se rehusaba, impuso su jerarquía de manera violenta. "Sentate ahí, es una orden. Tengo que pasar revista de tu tatuaje", le dijo el oficial a la joven.
La víctima agarró su celular y se levantó para retirarse de la habitación. Vizcarra, experto en artes marciales, la sujetó por atrás, la tiró para un costado y cerró la puerta con llave. T. le advirtió que abriera o empezaría a gritar. El sargento con absoluta impunidad le dijo que no iba a pasar nada, que confiara en él. Después vino lo peor.
Le tapó la boca y la tiró a la cama, y si bien la soldado intentaba empujarlo, la sujetó de forma tal que no podía desprenderse. Estaba en una jaula. Según detalló la joven posteriormente en su declaración, Vizcarra se valió de su conocimiento en artes marciales para evitar que T. lograra escapar. En el medio, el sargento logró sacarle la campera a la soldado, mientras continuaba tapándole la boca.
Después, introdujo su mano en la remera de la víctima, le desprendió el corpiño, le bajó el pantalón y la ropa interior y la penetró por la fuerza. Esta forcejeó , logró empujar al agresor , se subió rápido el pantalón, abrió la puerta y escapó del horror. El violador la siguió para pedirle disculpas y decirle que "no había sido su intención". Pero el daño ya estaba hecho.