El Barrio Las Cañas, en Yerba Buena, una de las zonas más acomodadas de las afueras de la capital tucumana, fue escenario este domingo de un episodio de violencia ligado al fútbol: el árbitro Oscar Antonio Pérez, de 48 años, fue baleado en la espalda poco antes del comienzo de un partido amateur y la policía busca al agresor, que escapó en una moto. Los motivos de la violenta escena no se conocen, el partido no había empezado y algunos testigos señalan que el atacante, "un hombre joven vestido de gris", llamó al árbitro desde el alambrado, este se acercó a ese sector, pero sin que hayan mediado gritos o una discusión al menos visible, cuando Pérez intentó volver hacia la cancha recibió un balazo en la zona lumbar.
De inmediato la policía que estaba en el lugar y los médicos que debían ocuparse de posibles lesiones de los jugadores atendieron al árbitro, que fue derivado poco después al Hospital Padilla de la capital provincial, donde se indicó que "se encuentra estable".
Desde la guardia del Hospital Padilla, este mediodía Pérez fue derivado a un sanatorio privado, mientras la policía intentaba de dar con el sujeto que lo baleó, que escapó en moto del predio de Las Cañas, un enorme predio donde hay canchas de golf y diversas instalaciones del Jockey Club tucumano.
"Es una zona que tiene muchas cámaras, así que es posible que logren identificarlo enseguida", dijo uno de los testigos, pero todos señalaban que no habían escuchado gritos o discusiones antes del ataque.
El partido que estaba pautado para ser dirigido por Pérez por supuesto quedó suspendido, y se indicaba que el nombre del árbitro está ligado desde hace muchos años a las actividades de la liga tucumana, donde además de árbitro ofició como veedor en múltiples actividades de esa entidad. A la par de esas tareas, Pérez trabaja en el sector de seguridad del mismo sanatorio privado en el que quedó internado. La policía esperaba en ese lugar poder interrogarlo sobre lo ocurrido, para ver si Pérez podía aportar datos que llevaran a ubicar al sujeto que le disparó, ya que se presumía que si atendió su llamado desde el alambrado, seguramente lo conocía.