Medios y fuentes italianas avivaron rumores sobre el futuro de Francisco y su papado, después de que nombrara 21 nuevos cardenales y anunciara que visitará la la ciudad central italiana de L’Aquila para un festival iniciado por el Papa Celestino V, uno de los pocos pontífices que renunciaron antes de que Benedicto XVI dejara el cargo en 2013.
A sus 85 años, Francisco preocupa al mundo de la Iglesia por sus crecientes problemas de movilidad, que lo obligan a mostrarse en una silla de ruedas.
Cada vez que un Papa elige nuevos cardenales las especulaciones aumentan, no solo por el movimiento que se genera, sino también porque eso significa que la máxima autoridad está eligiendo a su próximo sucesor.
Esos rumores ganaron fuerza la semana pasada cuando Francisco anunció un consistorio para crear 21 nuevos cardenales, previsto para el 27 de agosto. Dieciséis de esos nuevos integrantes tienen menos de 80 años y podrían votar en un cónclave para elegir al sucesor de Francisco.
Una vez que estos nuevos cardenales se sumen a las filas de los jerarcas de la Iglesia, Francisco habrá añadido 83 de los 133 cardenales en edad de votar. Aunque no hay garantías sobre qué podrían votar, el porcentaje aumenta la posibilidad de que se elija a un sucesor que comparta las prioridades pastorales de Francisco.
El mismo día que anunció el consistorio, el sumo pontífice también comunicó dos importantes reuniones para informar a los cardenales sobre la conformación de una constitución apostólica que permitirá reformar la burocracia del Vaticano y que entró en vigencia este domingo: habilitará poner a mujeres al frente de oficinas vaticanas, impondrá límites de mandatos a sacerdotes que sean empleados vaticanos y situará a la Santa Sede como una institución al servicio de las iglesias locales, y no al revés.
En la reunión de cardenales participarán los 21 nuevos purpurados, de los cuales la mayoría son pertenecientes a sedes periféricas como Ulán Bator y las selvas de África, mientras que zonas principales y de máximo protagonismo como Sevilla o Turín siguen sin un designado.
Se trata de decisiones y gestos que lo definen a Francisco como un Papa que va por fuera de las prioridades de la Curia Romana, el conjunto de órganos de gobierno de la Santa Sede y de la Iglesia católica.