Se trata de Carlos Fitz James Stuart de 66 años, el primogénito de la duquesa. Tras la muerte de su madre, se convierte en el nuevo duque de Alba.
A partir de este momento, recae sobre Carlos Fitz-James Stuart el peso de la historia de la Casa de Alba, dibujada por los dieciocho duques que le han precedido, desde el nacimiento del Gran Duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo en el siglo XIV, hasta la de su madre, Cayetana Fitz-James Stuart, más conocida como la Duquesa de Alba.
Nota Relacionada: Murió la Duquesa de Alba, la mujer con más títulos nobiliarios en Europa
Aunque creció arropado entre muros de palacios, Carlos Fitz-James Stuart (1948) no se siente diferente a los demás. "Estudié el Bachillerato en el colegio de Los Rosales (Madrid), me licencié en Derecho en la Universidad Complutense e hice el servicio militar, donde alcancé el grado de alférez. Realmente no me considero diferente a las personas de mi edad", explicó.
Tras su paso por la universidad, trabajó en la empresa privada y formó parte en una serie de consejos de administración. Pero el fallecimiento de su padre en 1972, le llevó a ser el principal gestor de los asuntos financieros de la familia junto a su hermano Alfonso.
La ausencia de su padre supuso un esfuerzo titánico para conservar, restaurar y ampliar el patrimonio
de la Casa de Alba, una labor en la que el pilar fundamental fue la duquesa.
"Mi madre ha sido la principal impulsora de todas las iniciativas encaminadas a conservar el patrimonio, siempre muy bien secundada por mi padre mientras vivió, y después por su segundo marido, Jesús Aguirre", señaló.
Interesado en dar a conocer el patrimonio artístico y cultural de España, la Fundación Hispania Nostra ha sido su gran apuesta personal. "Desde 1977, esta fundación se dedicaba al mecenazgo y se ocupa de la conservación y promoción del patrimonio artístico y cultural español".
A lo largo de su vida, aprendió de su madre el amor por el Arte y por la Cultura, además le hizo "comprender la responsabilidad de representar, administrar y preservar la herencia", decía.
Contaba que sus padres le inculcaron el esfuerzo para mantener y acrecentar el patrimonio artístico, además de transmitirle un espíritu de responsabilidad y de respeto. "Carlos es conservador y protegerá el título", así definía Cayetana Stuart y Silva a su primogénito en su biografía titulada "Lo que la vida me ha enseñado".
Aunque parezca raro o injusto, el primogénito Carlos Fitz-James Stuart tiene el mayorazgo, lo que "ayuda a mantener el patrimonio unido, de lo contrario sería como destrozar un museo", contaba la duquesa en sus memorias.
Y, a pesar de ello, el nuevo duque de Alba mantiene una buena relación con sus cinco hermanos: Alfonso, duque de Aliaga; Jacobo, conde de Siruela; Fernado, marqués de San Vicente del Barco; Cayetano, conde de Salvatierra; y Eugenia, duquesa de Montoro.
"Puedo decir con total sinceridad que mantengo unas relaciones excelentes con mis hermanos, basadas en un mutuo afecto y respeto. Aunque como le ocurre a casi todo el mundo, las obligaciones personales y profesionales de todos nosotros nos impiden vernos más a menudo", aseguraba.
El deasfío más importante del XIX duque de Alba es preservar la conservación del patrimonio histórico artístico de sus antepasados, así como su difusión para que pueda ser conocido y contemplado por todas aquellas personas que estén interesados en el Arte y en la Historia de España.
El valor permanente de los Alba ha sido su vocación de servicio a España y a la Monarquía. "A lo largo de la historia, siempre ha habido miembros de la familia que han desempeñado puestos de responsabilidad en el gobierno, en la milicia o en la diplomacia, siempre defendiendo los intereses de España", añadía.
Consciente de que se convertiría en el XIX duque de Alba, Carlos Fitz James Stuart siempre intentó llevar una vida normal, "todo lo discreta" que le fue "posible", aunque resulta "utópico pretender llevar una existencia tranquila cuando te conviertes en un personaje conocido", razonaba.
En marzo de 1988 anunció su compromiso con Matilde de Solís-Beaumont y Martínez Campos, hija de los marqueses de la Motilla y condes de Casa Alegre. Dos años más tarde, celebró su boda el 18 de junio en la catedral de Sevilla, un matrimonio que terminó en el 2000. En el 2006 recibió la nulidad eclesiástica.
Fruto de ese matrimonio nacieron Fernando Cayetano (1990) y Carlos (1991), con los que comparte su tiempo libre y a quienes recurre para solventar todas sus dudas sobre las últimas tecnologías. "Siempre que tengo problemas con el ordenador y con el teléfono móvil me lo solucionan mis hijos, son fantásticos", alababa.
Una constante en su vida es la discreción. Apenas se le conocen sus aficiones, salvo las deportivas, como el esquí. "A los veinte años me gustaba volar y jugar al tenis", apuntaba.
"También navego, soy patrón de yate y, aunque mi barco es pequeño y ya esta muy viejo, me gustaría poder dedicar más tiempo a esta actividad. También me gusta la caza, preferentemente la menor, la música y la lectura", concluía.