El sudeste de Buenos Aires no sólo tiene trigo, papa, ajo y cebolla entre otras actividades productivas. También tiene kiwi y de hecho, se trata de una de las regiones más destacadas para la producción de este cultivo, que se convirtió en una de las frutas más populares entre los consumidores.
Si bien comenzó a exportarse al mundo desde Nueva Zelanda, surgió en las zonas subtropicales de China donde se la conocía como “grosella espinosa”. A partir de 1950 los neozelandeses la bautizaron con el nombre de kiwifruit, agregándole el término “fruit” ya que el kiwi en realidad es un pájaro marrón, pequeño, de aspecto similar a la fruta en cuestión.
En nuestro país el protocolo de certificación de calidad se conoce como “Indicación Geográfica de Kiwi Mar y Sierras del Sudeste de Buenos Aires” y desde allí se busca lograr que el cultivo llegue a distintos lugares del mundo.
“Somos 8 socios y fue un largo camino el que recorrimos porque cuando nació la idea éramos solo 7 y legalmente teníamos que ser 10 para constituir una cooperativa, así que lo que hicimos en ese momento fue formar un consorcio de exportación y nos fue bien”, recuerda Laureano Goycoa, que es presidente de dos entidades: la Cámara de productores de Kiwis de Mar del Plata que agrupa a los productores del sudeste de la provincia de Buenos Aires y de EccoArgentina, una cooperativa que brinda servicios de frío y empaque.
Según Goycoa, “el asociativismo genera sinergia, escala productiva y brinda la posibilidad a muchas personas que quieren empezar a producir. Lo más difícil es animarse, sacarse los miedos y los prejuicios porque en esencia estar asociados democratiza la producción. Por ejemplo, antes de la cooperativa si alguien quería plantar kiwi necesitaba 5 hectáreas como mínimo por la tecnología y logística requeridas (amortización de maquinaria y comercialización) mientras que ahora se puede empezar con superficies mucho más pequeñas, así que es un empujón a los más chicos para que se animen. También pensamos difundir el cultivo como paquete de inversión, queremos que haya más cantidad de kilos para el mercado interno y para abrir nuevos mercados”.
La cooperativa cuenta con una planta procesadora y con un grupo técnico de ingenieros para asesorar a los productores que quieren iniciarse en la actividad. También tienen la idea de montar un vivero para producir plantas (ya que hay poca disponibilidad en el mercado y lo que quieren es sostener el cultivo) e incorporar las variedades de kiwi rojos y amarillos que en el mundo son muy demandadas. A la vez, están pensando en darle valor agregado al kiwi vendiendo la pulpa o como producto deshidratado.
LA IMPORTANCIA DEL SELLO DE IG
Elizabeth Kleiman, responsable del área Sistemas Agroalimentarios Sostenibles de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), aseguró que una Indicación Geográfica es un signo utilizado para productos que tienen un origen geográfico concreto y que poseen cualidades que se deben a ese origen. Es una herramienta que contribuye a los sistemas agroalimentarios mas sostenibles dado que conecta el producto con el territorio y con las personas que llevan adelante la producción.
“Las características específicas son consecuencia de los factores locales naturales o humanos, por lo que las IG representan un bien colectivo vinculado al patrimonio y la reputación del lugar”, señala la especialista. “El registro de IG permite mejorar el acceso al mercado de alimentos producidos por agricultores familiares y pequeñas y medianas empresas; a la vez, como instrumento de comercialización, implica un sistema de reconocimiento y etiquetado que se aplica a los productos para diferenciarlos de los demás y para resaltar el valor añadido de sus características locales únicas, su historia o sus rasgos distintivos, que suelen guardar relación con factores naturales como el suelo, el clima y el agua, y humanos como la cultura, experiencia y la tradición del lugar”.
En el caso local, para lograr la IG se debió generar la información necesaria para demostrar que el kiwi del sudeste de Buenos Aires era más dulce debido al manejo del cultivo y a las condiciones climáticas. Por lo tanto, se trata de una ventaja competitiva que marca la diferencia principalmente con el kiwi del norte de la provincia de Buenos Aires, que se produce en la zona de La Plata y Baradero, y que tiene otras características.
Según Laureano Goycoa, el kiwi del sudeste bonaerense es reconocido en el mundo ya que la IG es sinónimo de calidad: “nos protege de las malas experiencias que pueda tener el consumidor con kiwis de otros lugares y nos permitió posicionarnos como uno de los mejores productores de kiwi Hayward, por encima de Italia y Chile”.
Actualmente, el kiwi del sudeste de Buenos Aires se exporta a la Unión Europea (Italia, Francia, Grecia, España, Holanda), a Canadá, EEUU, Brasil, Paraguay y Uruguay; los mercados más complicados son los de Oriente debido a la barrera sanitaria que es muy alta pero a la vez son los mercados donde se obtienen los mejores precios. A nivel internacional el reconocimiento del producto es por calidad y no por volumen: en Argentina hay solo 700 ha en producción, mientras que Chile tiene 14.000, así que hay mucho para crecer.