Los cambios en el gabinete anunciados por el Gobierno en las últimas horas, con Sergio Massa como superministro de Economía, a priori parecen haber cumplido con la primera de las reglas de cualquier recambio político: han generado expectativas.
En las primeras horas de conocido el anuncio bajaron fuerte las cotizaciones de los dólares financieros y del blue, treparon los bonos en dólares y descendió el riesgo país. También de acortó la brecha cambiaria, fuente de numerosas problemáticas que hacen más acuciante la necesidad de sumar reservas en el BCRA. Una segunda lectura podría pensarse en tanto la decisión de condensar el área económica que suma Producción y Agricultura, evidencia una correcta comprensión de la Casa Rosada, de que existe la necesidad de aunar esfuerzos y coordinar trabajo de distintas áreas para darle potencia a las decisiones.
Existen, para este relanzamiento del Gobierno, no pocos desafíos. La alta inflación luce como el más urgente, porque es a partir de esta problemática que se inscriben otros problemas acuciantes como la destrucción del sistema de precios, la desconfianza en la moneda (y en su emisor), el freno de la actividad económica y la destrucción del poder adquisitivo del salario, por mencionar algunos. Será también importante ver cómo se llevan adelante otros objetivos preanunciados en el marco del acuerdo con el FMI donde la promesa de un equilibrio en las cuentas públicas es sólo una especie de compromiso inaugural. No es casualidad que el ahora superministro Sergio Massa haya reclamado además del manejo de la relación con los organismos multilaterales.
En el plano financiero, la primera señal muestra una voluntad de ordenar la demanda de los pesos: la suba de la tasa de interés en la última licitación y otros ajustes realizados en las últimas horas en las tasas que paga el BCRA estarían evidenciando decisiones que buscan apuntalar el mercado de deuda en moneda local. Otras medidas comienzan a pensarse para la correcta administración de las divisas.