Carlos Herrera, es la pareja de Lucia Baptista, la joven de 35 años que falleció el lunes por la madrugada luego de que el doctor Edgar Miranda Flores le realizara una ligadura de trompas que se ‘complicó’. Herrera comunicó que no va a brindar declaraciones sobre lo sucedido, pero en la intimidad de su hogar diagramó una carta abierta en la cual narra todo lo acontecido desde el día 23 de enero, cuando ingresó con Lucía a la clínica.
Durante la jornada del martes, la familia de la victima denunció por “homicidio culposo” al médico Flores, responsable de la intervención quirúrgica el fin de semana en la clínica CEMEP.
En la carta, Carlos relata: “El día sábado 23 de enero del corriente año mí señora Lucia Baptista tenía programada una cirugía para realizarse una operación ‘simple’, una ligadura de trompas en manos del ginecólogo Edgar Miranda Flores. Por tal razón nos presentamos en la reconocida clínica CEMEP a las 7 de la mañana, caminando con mi señora, totalmente sana, sin ninguna enfermedad ni patología.
Al llegar nos tomaron los datos. A las 10:30 horas, con toda la documentación de los análisis previos a toda cirugía, nos comunican que Lucía debía ingresar directamente al quirófano, que no teníamos una habitación asignada y la hicieron cambiar en un vestidor, donde me despedí con un beso, confiando que sería una operación simple y rápida, tal cual nos dijo el Dr. Miranda.
Luego de un rato, el citado ginecólogo me preguntó si mi señora ‘había tenido algún tipo de infección’ y me dijo que cuando estaba operándola se encontró con algo ‘pegado’ y al intentar retirarlo ‘tocó una venita o arteria producto de lo cual se generó un sangrado’; pero que me quedara tranquilo, que mi señora se quedaría un rato en terapia intensiva solo por precaución y que a la tardecita la pasaban a sala común.
Estaba retirándome tranquilo de la clínica, pero con preocupación y con el deseo de querer estar con ella; cuando de pronto suena el llamado ‘familiar de Baptista’. Me acerco y una persona me acompaña hasta la puerta del sector de terapia intensiva. Allí me recibe una doctora de apellido Escobar y me dice que el cuadro con que entró mi señora, no era nada alentador; a lo cual le respondí que no era lo que me dijo el Dr. Miranda.
Al salir al pasillo logré, por intermedio de una persona, charlar nuevamente con el Dr. Miranda, quien me volvió a reiterar que me quede tranquilo, esta vez agregando que ‘ellos pertenecen a terapia, yo estuve en el quirófano’. Estaba confundido, había sido una jornada dura, por lo que decidí refugiarme con los tres tesoros que son nuestros motores, porque somos una familia muy pero muy unida, los cinco éramos todo.
Llegué a casa y me llamaron del CEMEP para que me acerque al sector de terapia intensiva nuevamente. Al llegar al mismo pasillo me recibió la Dra. Escobar acompañada de otro especialista -de quien no recuerdo el nombre- y me dicen que el estado de mi señora es muy crítico; le volví a responder que el Dr. Miranda me había dicho otra cosa. En ese momento sentí que Miranda estaba jugando con la vida de mi esposa.
Después se presentó el Dr. Duarte -jefe de terapia intensiva- y me dijo que lo siguiera. Subimos por una escalera que se encuentra al lado de la puerta donde ingresan las visitas, hasta el segundo o tercer piso; diciéndome que buscaría a Miranda para dar el parte médico los dos juntos.
Al llegar el Dr. Miranda le dije ‘vos me estás diciendo y me dijiste que no era nada grave lo de mi señora’, prácticamente para no preocuparme. Todo eso escuchó el Dr. Duarte también. Le dije a Miranda que ahora confío en los de terapia y en Dios y que cuando salga bien mi señora esto no iba a quedar así, que pediría informes, a lo que Duarte me respondió que ‘no hay ningún problema, que él describe el cuadro con el cual entra mi señora en terapia y que lo que pasó en quirófano es totalmente responsabilidad de Miranda’.
En esa charla Duarte fue muy sincero y buen médico, al igual que su equipo de terapia, excelentes personas, fueron muy claros todos. Duarte me dijo que debía ‘estar preparado para todo’; me dijo ‘prepará a tus hijas, mamá, suegros, no absorbas esto solo, vení con alguien’.
Me partió el alma todo lo que me dijo, mientras pensaba que esto no me podía estar pasando, entró por una ligadura y estamos hablando de otra cosa.
A partir de entonces, decidí empezar a entrar a escuchar las novedades con mi amigo Rodrigo Vidal, quien estuvo y estará conmigo hasta el final.
Los informes de la gente de terapia y Duarte fueron cada vez más críticos. Empezó a empeorar todo. Ya no funcionaban algunos órganos de mi señora.
Yo siempre aferrado a Dios y a mis hijas. No dejaba de pensar en la hermosa familia que habíamos construido y que nos esté tocando vivir todo esto.
Después hubo cambio de médicos el domingo, poniéndose a disposición el Dr. Rodrigo Sanabria quien nos comenta claramente que todo estaba empeorando, lo que me provocó un profundo desconsuelo y me destrozó por dentro.
Más o menos a las 21:00 horas aparece Miranda quien comenzó a hablar y le pedí que se retire. Él siguió hablando, nuevamente le dije que no lo quería escuchar, que se vaya; esto fue en el pasillo de visitas mientras mi amigo se quedó hablando con Sanabria. Le dije al Dr. Sanabria que me retiraba porque me sentía mal, porque me desmayaba.
Como a las 00:00 horas vuelve Sanabria y me dice que era cuestión de horas, que mi señora se moría, que entrara a despedirme. Entramos con mi amigo, fue un momento tremendo e inexplicable, salimos nuevamente y fue solo cuestión de minutos para que toda esta tragedia se produzca.
A las12:30 horas sale el Dr. Sanabria con la novedad confirmada, que mi querida esposa murió. Desgracia que viví en tan solo un par de horas.
El día de hoy radiqué la denuncia ante la fiscalía de nuestra ciudad. Quiero que los responsables sean condenados con la máxima pena posible, que sea justa y que nunca más puedan firmar ni siquiera una receta. No hay medicina que alivie tanto dolor, solo me queda la esperanza de encontrar paz y seguir adelante, por mis hijas.” Concluye.