La presencia de la Selección en el partido decisivo del Mundial revivió el fuego sagrado de un pueblo sediento de gloria. Y los menores de 30 viven su primera gran alegría.
Y vos que pensabas que te las sabías todas, ¿cómo explicas esta locura? Vos, que te cansaste de llenarte los ojos mirando el gol de Diego a los ingleses. Vos, que sentís un poco de envidia cuando te hablan de cómo se vivieron en el país aquellas epopeyas de Goycochea en el 90. Ni hablar cuando intentan contarte algo de la recordada final en el 78, en un Monumental en plena dictadura. Vos, sí, vos, hoy permitite disfrutar. Hoy sos, por primera vez, finalista de una Copa del Mundo.
La generación de los "sub 30" está viviendo una realidad inusitada. Una generación poco acostumbrada a los éxitos de la Selección argentina, sedienta de gloria colectiva. Quizás ahí se explique algo de todo este carnaval que se está palpitando luego de la clasificación del equipo de Sabella al partido decisivo del domingo.
Y es así como se puede ver a un chico de 18 años llorando abrazado a sus amigos sin poder contener la emoción. O a aquel de 29, que del 86 no tiene memoria y del 90 sólo un tímido recuerdo. Once años los separan, pero los une el mismo sentimiento, que para su generación fue mutando casi en necesidad.
Y son lágrimas de desahogo. De saber que algún día se nos iba a tener que dar. Se festejaron aquellas Copas América, sí. También las dos medallas de oro en Atenas y Beijing, claro. Pero esto es distinto. Esto no se explica con palabras. Y la Selección nos "debía" una alegría de este calibre.
Ni siquiera se compara con la emoción que te puede dar el logro deportivo del club del que sos hincha. Esto une, potencia y fomenta la fraternidad de un pueblo que canaliza en los méritos de una Selección toda sus ganas de festejar, de demostrar que esta vez sí somos uno. De darnos cuenta que somos 40 millones atrás de un sueño.
Llegó el momento por fin de disfrutar. De dejar de ver el famoso documental "Héroes" casi como si fuera una película de ficción. Hoy los héroes están ahí, bien palpables, y están a sólo un pasito de seguir haciendo historia.
Y así el día de mañana vos, menor de 30, estarás del otro lado, contándole a tu hijo qué estabas haciendo mientras Javier Mascherano se partía el alma en cada pelota. O relatándole a tus nietos cómo festejaste las heróicas atajadas de Sergio Romero. Les podrás hablar de un tal Lionel Messi, nada menos.
Faltan tres días para la final y todo es expectativa. Expectativa porque hay confianza, porque pese al poderío alemán, este equipo demostró que tiene con qué suplir las falencias técnicas. Expectativa porque hay un entrenador que sabe lo que quiere y que, pese a las críticas, nunca renunció a su dogma. Y expectativa porque hoy sos parte, porque por fin te toca vivir desde adentro esta situación única e irrepetible.
Por eso seguí llorando, seguí abrazándote con los que querés, con los que te vieron sufrir todos estos años. Seguí manteniendo tu fe. Seguí aplaudiendo. Sufrí también, y date la oportunidad de saber que el final no puede ser el esperado, pero que, como todo protagonista, vos formás parte de esto.
En el pasado quedaron las leyendas, los videos, las reproducciones en la web y la nostalgia de lo que fue y no pudiste vivir. El presente te tiene guardado un domingo a pura emoción.